Juli explota de júbilo tras marcar el gol de la victoria ante el Tobarra                                      Foto: Sebas Candelas

Aurelio Maroto

La Solana: Toni Huertas, Juli, Sancho, Javi Núñez, Inti, Jesús Bueno, Michel, Néstor, Mini, Pitu y Tore. En la segunda parte salieron Almarcha, Jose López, Diego Sevilla, Capelo y Palacios.

Tobarra: Flores, Fran, Piltra, Ortíz, García, Jose, Fernández, Leo, José, Torres y Rus. En la reanudación salieron Juan Carlos, Gómez, Chato, Juanmi, Emilio y Frankli.

Árbitro: Nieto Aguado. Amonestó a los locales Huertas, Javi Núñez, Pitu y Sancho, y a los visitantes Leo y Frankli.

Goles: 0-1 m.44 Torres, en jugada personal.

1-1       m.86 Almarcha, de disparo raso.

2-1 m.88 Juli, de cabeza.

Incidencias: Tarde muy agradable en La Moheda. 350 espectadores.

Comentario: La Solana salvó los muebles con una remontada imposible tras un partido insufrible. Y lo hizo gracias a sus dos centrales, Sancho y Juli, que enarbolaron la bandera del orgullo cuando La Moheda ya afilaba su garganta para despedir al equipo, probablemente, con una sonora pitada. Pero las lanzas se tornaron cañas justo a tiempo con dos goles postreros. Y providenciales. Dos gotas de aceite suficientes para templar los ánimos, incluso para reconvertir a una afición que escupía espuma al descanso. Seamos originales y digamos, más que nunca, “el fútbol es así”.

         La realidad es que La Solana ganó al Tobarra gracias a un apretón de coraje, al que acompañó un cuarto de hora de buen fútbol. No más. Fue suficiente para remontar el golazo del visitante Torres, una delicatesen que La Moheda aplaudió, y para evitar un nuevo colapso que hubiera puesto al equipo y al cuerpo técnico a los pies de los caballos. Y es que, hasta ese acceso de bravura, los amarillos habían jugado a lo mismo que últimamente, a nada.

         Tras el fiasco de Malagón, Juan de Lara había apostado por la calidad con Néstor y Jesús Bueno, flanqueado atrás por Michel. La hierba había mejorado mucho y el tiempo era propicio para hacer un fútbol de toque, disparando a Mini y Tore por banda a costa de sacrificar el enganche en la media punta. Pero el éxito de una pizarra así exige asociarse bien en el medio volante y romper constantemente por ambos costados. En resumen, templar primero y correr después. La Solana no hizo ni una cosa ni otra. Néstor corría de allá para acá sin encontrar a su gran amigo: el balón. Sin el faro luciendo, los barcos se pierden, y más si tampoco suben nudos. Balón que cogía Juli, o Michel, o Jesús Bueno en primera línea, balón que pateaban arriba en busca, a menudo, de nadie, porque sólo había boyas estáticas.

         Entre tanto, el Tobarra asistía cómodamente a la desintegración paulatina de su rival, incapaz de tirar a puerta hasta la media hora, cuando Flores sacó una gran manopla a disparo de Jesús Bueno. Poco después, un envío erróneo de Michel provocó una segunda jugada donde Torres abusó primero de Juli y después de Toni Huertas. Enorme su gol.

         Buena parte de la afición despidió a su equipo con silbidos. Por supuesto, con más razón que un santo.

         Quedaba la segunda parte para rehacer el entuerto. Salió Almarcha, que dio más empuje al equipo, y después Capelo, que también sacó su guante a pasear en un par de libres directos que lamieron travesaño y poste.

         A falta de violines, sonaron los trombones. De pronto, zafarrancho de combate ante un enemigo que no se creía el 0-1. El Tobarra renunció a hurgar más en la herida y no quiso saber nada de Huertas. Suficiente para que Sancho y Juli abandonaran definitivamente la retaguardia. Sancho había encontrado un agujero por su lado diestro y ya estuvo a punto de marcar de cabeza en una jugada cocinada y firmada por él mismo. Fue el preludio del empate, también fabricado por él y culminado por Almarcha. Dos minutos después, Juli hizo el segundo con un soberbio testarazo. De repente, el enfermo había sanado. Veremos si es una señal o simplemente el zarpazo de suerte de un equipo que, en ocasiones, parece en descomposición.