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La ciudad

-Ángel Sancho

Ángel Sancho Moraga dirige durante la entrega de los premios Galanes, el pasado mes de abril

          Aurelio Maroto

La Escuela Municipal de Música y Danza Ángel Sancho y Lucía’ ha celebrado sus dos festivales navideños con la misma ilusión de siempre, aunque consciente de que la pandemia sigue ahí. No desde el punto de vista vírico, sino anímico. La matriculación de este curso se sitúa en torno a los 300 alumnos y alumnas, de los cuales un centenar en danza y el resto en las distintas especialidades instrumentales. Dos de cada tres se han subido al escenario del teatro ‘Tomás Barrera’ los días 21 y 22 de diciembre para exhibir parte de sus enseñanzas, aunque más bien para disfrutar y hacer disfrutar a sus familias, habida cuenta que las audiciones vendrán luego.

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                   Actuación de la escuela de danza en el festival navideño del día 21

Estos dos meses de trabajo se parecen bastante a los dos últimos años. El contingente de aprendices bajó súbitamente cuando se declaró la pandemia y no se ha recuperado. Al menos, no lo suficiente. “Hablo mucho con compañeros de otras localidades y la pandemia nos ha dado un palo a todos”, reconoce el director de la EMMD, Ángel Sancho Moraga, en declaraciones a Radio Horizonte. “El miedo es libre, hubo varias renuncias al principio y está costando remontar”. El mejor ejemplo de esa dificultad para regresar a los niveles previos a la primavera de 2020 es que, dos años y medio después, apenas ha aumentado en una decena las matrículas tras la gran caída.

            Pero no todo es achacable al virus. La Solana es una localidad con una oferta inacabable de actividades para edades infantiles y adolescentes, circunstancia que tampoco ayuda, aunque en esta ocasión no sea por una razón negativa. “Cuando hay tanta demanda la gente se reparte más, está claro”. El problema añadido es que la pérdida de contingente afecta mayoritariamente a los más pequeños, algo que afecta a la cantera de nuevos aprendices, es decir, a la base. “Los que ya tenían instrumento ni siquiera se fueron, sino aquellos de 4 o 5 años que estaban en música y movimiento y no habían hecho ningún gasto extra”. A ese segmento es, precisamente, al que más está costando recuperar, admite Sancho.

            En cuanto a especialidades instrumentales, eso apenas ha cambiado. A excepción de oboe, que este curso no ha hay ante la escasa demanda, el resto de la oferta continúa siendo la misma, y los gustos también. En este sentido, Ángel Sancho prefiere hablar de la cuestión económica como elemento clave a la hora de elegir una especialidad u otra. “No es lo mismo comprar un oboe, que vale tres mil euros, que una guitarra que la encuentras por cien”. Muchos padres no arriesgan con instrumentos más caros, no solo por el coste material, sino por el miedo a que el niño o la niña acaben cansándose antes de tiempo y la inversión haya valido de poco.

            En todo caso, la escuela también es el canal de trasvase natural a la Banda Municipal. Lejos de ser incompatibles, Ángel Sancho insiste en que la banda se nutre de los jóvenes que aprenden a leer una partitura y a hacer sonar un instrumento durante sus años de escuela. Él mismo dirige desde hace tiempo la veterana agrupación musical solanera, que ya ha superado los 120 años de existencia. Sin embargo, los tiempos han cambiado y el principal problema tiene que ver, precisamente, con esos cambios, sobre todo entre las bandas amateur de municipios sin campus universitarios. “Cuando los jóvenes empiezan a tocar bien cumplen dieciocho años y se van estudiar”.

Para cualquier director es un quebradero de cabeza completar las cuerdas de la agrupación musical. Al menos, la Banda Municipal de La Solana se puede dar con un canto en los dientes. “Ahora mismo estamos bien; tenemos trompetas de sobra, flautas también, no estamos mal de clarinetes y de saxos, y tal vez lo peor es la compensación de trompas y trombones”. Este hándicap no es nuevo. Por fortuna, hace mucho que gran parte de los jóvenes solaneros se lanzan a los estudios superiores y la banda resiste la embestida. Eso sí, sin escuela de música todo sería mucho más difícil.

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