Gabriel Jaime

La corrida de feria de La Solana resultó populista a todas luces, carente de arte y con una joven terna voluntariosa que en todo caso estuvo muy por encima de un encierro de los Hermanos Sanpedro que no aportaron nada para el lucimiento. De las ocho orejas otorgadas por la presidencia sobraron casi todas y no digamos nada del rabo que le endosaron a Salvador Cortés que incluso pareció de risa, en una tarde esperpéntica al estilo “Bienvenido Mister Marsal” con todos los respetos. Que una cosa es una corrida de toros y otra las capeas donde se raspan los aprendices al son de jaleos calés y una gotita de vino como acompañamiento. Que esto es serio, ó por lo menos lo tiene que parecer y si no nos encargamos los que sabemos del tema, podemos terminar como el rosario de la aurora.

Centrándonos en la ficha en sí de la corrida y dejando para el final la reflexión, podemos hablar de una tarde populista con triunfos totalmente exagerados y un aburrimiento total para los que acudimos a los cosos con el fin de degustar el auténtico arte del toreo, que dicho sea de paso, no vimos en ningún momento en la Plaza de la Calle Alhambra.

Bien es verdad que no acompañó la materia prima con seis “escogidos” toros, porque fueron escogidos entre los peores de la casa que en ningún caso se mostraron como ese bello animal que engrandece nuestra fiesta. Se lidiaron seis sosos, gazapones y flojos astados de la ganadería de los Hermanos Sanpedro muy justitos de fuerza. Todos acudieron al caballo una sola vez y alguno sólo lo señalaron, terminando en el albero más de uno cuando los diestros intentaron bajar las manos. Si el encierro era “de lo mejor que podía venir por aquí” como dijo el empresario en la presentación ¿Cómo serán los toros de otras plazas? Mejor quedarse en casa y ver por televisión el festejo de turno.

En cuanto a la terna:

Se anunció la presencia de Rivera Ordóñez hasta horas previas a la corrida, cuando se sabía desde hacía una semana, que el torero madrileño no actuaría en La Solana por un percance que le hará perder otras comparecencias en múltiples plazas.

Se anunció la presencia de Salvador Cortés en rueda de prensa y nos enteramos por los carteles que había sido sustituido por el francés Juan Bautista sin previo aviso.

Y se anunció el mismo día del festejo, la presencia de Salvador Cortés, que primero se había caído no se sabe como del cartel, sustituyendo Rivera Ordóñez. El único que se mantuvo en el mismo sitio fue el diestro Curro Díaz.

En cualquier caso, todos estos avatares y la poca transparencia de Paco Barba en el caso, no ayudaron precisamente a que los aficionados se diesen codazos por una entrada, y tan sólo se registró un tercio de plaza ¿o fue un cuarto? Que más da.

Por lo que respecta a la terna, vaya por delante que estuvo muy voluntariosa en todo momento, con ganas de agradar y muy por encima de los bureles. En líneas generales no hubo faenas definidas, se acusó la falta de la mano izquierda y apenas vimos ligazón aunque siempre habrá alguno que al son del bocadillo de jamón y la cerveza fresquita vio otra cosa que en nada se parece al arte del toreo. También se echó en falta el toreo de capa porque los morlacos no quisieron cuentas con el percal. Si algo bueno tuvo la tarde es el buen repertorio de estocadas con una perfecta ejecución del volapié, además del habitual concierto de pasodobles de la Banda Municipal.

Abrió la tarde Curro Díaz que se peleó con un primer enemigo parado que se dedicó a defenderse durante toda la lidia dando tornillazos en ocasiones. Con el afán de comerse el mundo, el linarense se dio de bruces contra un astado que daba arreones y que en ningún caso se prestó para el lucimiento del espada que sólo pudo dar pases aislados y algún abrochado para conectar al ser imposible la ligazón. Todo por el pitón derecho porque el izquierdo era imposible. Antes de entrar a matar resultó empalado sin consecuencias antes de recetar un pinchazo y una gran estocada, que me supongo, fue lo que le dio la oreja del palco porque de faena en sí, nada de nada.

Al cuarto, el peor de la tarde, no lo torea. Simplemente lo intenta cuidar suavemente para que no se le caiga, y cuando menos intenta hilar despacio ante la sosa embestida. Aún así podría contabilizar a cuatro ó cinco espectadores seguidores de Curro Díaz que piden insistentemente la oreja, a lo que el asesor taurino accede rápidamente. Con algunos silbidos del respetable por tan digno y exagerado trofeo, el torero linarense opta por guardarse la pelúa en el bolsillo y dar la vuelta al ruedo.

El francés Juan Bautista tuvo buenas intenciones en su actuación, pero estuvo más pendiente de que no se cayeran los toros que de las faenas en sí. A su primero lo condujo con cierta decisión aunque le faltó chispa, instrumento pases carentes de sentimiento y muletazos de poca monta. Escasa faena que se adornó con unas manoletinas antes de recetar una estocada entera algo caída. Aún usando el verduguillo y visto lo visto, el palco de la presidencia saca el pañuelo dos veces ante la incredulidad de buena parte del aforo. Otra vez le falta tiempo al asesor para soplar a la usía la concesión de las dos exageradas orejas.

El quinto no fue mejor, si bien es verdad que dejó al francés estirarse a la verónica después de recibir con una larga cambiada y de otro de rodillas, al que continuó con un lucido quite en la brega de varas. La faena de muleta la basa en pases sueltos de corte populista, conectando con la grada a base de mirar al tendido ó con los desplantes. Es otra forma de torear y de llegar al público, pero la ausencia de arte es total. Lo que en circunstancias normales hubiese tenido como premio una oreja y gracias, tuvo el añadido de la segunda por cuenta de la casa a la salud del asesor de turno.

Cerró la terna Salvador Cortés que tuvo dos faenas muy parecidas que fueron de más a menos, si bien la del sexto fue más corta porque su enemigo no duró ni medio cigarro. En ambos casos utilizó los pases de recursos en vez de bajar la mano ó simplemente correrla con elegancia. A su primero lo recibió con el pase cambiado por detrás que hacía presagiar algo grande, instrumentando alguna serie con cierta gracia. Ese espejismo se transformó en una faena tan populista como la misma tarde. El extraordinario estoconazo podría valer una oreja, que nunca la segunda y ni mucho menos el rabo. Hasta tres veces salió el pañuelo blanco desde la presidencia, otorgándole los máximos trofeos por una faena de pocos kilates para tan magno premio. Esta vez la asesoría taurina se pasó tres pueblos con diferencia.

El que cerraba plaza tuvo el mismo comportamiento que el de una gaseosa a la que poco a poco se le va a la fuerza. Aquí pudimos ver dos tandas como tales, posiblemente las únicas tandas de la tarde. Dos tandas tan cortas como carentes de sentimiento, optando Salvador Cortés por lo fácil y populista. Después del pinchazo, estocada y verduguillo se le premia con una ovación y el torero agradece con saludos y vuelta al ruedo por su cuenta.

En definitiva, tarde de toros sin toros, y corrida del arte del toreo sin arte del toreo, aunque lloviesen las orejas por arte de birli-birloque.

Y si afinamos el sacapuntas:

Primero: Tal vez la crisis afectó a la compra de tres pañuelos blancos. Tan sólo hubo uno, que en una ocasión se sacó tres veces para otorgar los máximos trofeos.

Segundo: Si no pueden acudir los clarines y timbales de una banda en concreto, pues se llama a los de otra banda.

Tercero: Que los conciertos de la banda de música son en septiembre, noviembre y junio. Lo digo porque siempre están los enamorados de la música que piden el pasodoble insistentemente, pero luego no se prodigan en los citados conciertos.