Panorámica de la parroquia durante la misa de la caravana blanca Foto: GACETA
Aurelio Maroto
La tarde de este lunes, 15 de septiembre, tuvo un aire distinto en la parroquia de Santa Catalina. El templo abrió sus puertas para acoger una de las celebraciones más entrañables de la Semana de Exaltación a la Virgen de Peñarroya, recién llegada de su castillo-santuario: la misa de la caravana blanca, dedicada a los enfermos, ancianos e impedidos. Un mosaico de rostros marcados por la vida, de manos temblorosas y miradas cansadas, se reunió bajo las bóvedas centenarias para mirar, y sentir, a la patrona de La Solana, que lucía con su manto azul en su carroza, junto al altar mayor.
Momento de la unción de enfermos Foto: GACETA
El párroco de Santa Catalina, Benjamín Rey, presidió la ceremonia junto a Óscar Casas, párroco de San Juan Bautista de la Concepción. Ambos impartieron el sacramento de la unción de enfermos, un gesto profundamente simbólico que, más allá de la fragilidad corporal, invita a la esperanza. “Esto es una alegría muy grande. Dios, a través de la Virgen, sale a buscar a todos sus hijos”, dijo Benjamín Rey durante la homilía, recordando que los primeros destinatarios de esa búsqueda amorosa son “el enfermo, el anciano, el que vive una situación especial”. Subrayó que la Virgen de Peñarroya “es peregrina por los pueblos y las casas, buscando a cada uno de sus hijos”.
La imagen de la Virgen parecía descender hacia los bancos para acoger a quienes acudían con el peso de los años o el dolor de la enfermedad. Se escucharon vivas espontáneos a la patrona y al chatillo. La rondalla y coro Amigos de la Música del Centro de Mayores, bajo la batuta de Antonio Serrano Montoya, acariciaba la ceremonia con su música, a fin de completar una caravana blanca que se convirtió en un encuentro de luz en medio de las sombras cotidianas.