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La ciudad

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Aspecto de la Plaza Mayor el viernes por la noche, repleta de gente                       Foto: GACETA

       Aurelio Maroto

    La noche del viernes previo al Ofrecimiento a la Virgen de Peñarroya se ha consolidado como una suerte de segunda romería. No hay peregrinaje al castillo, ni acampadas camperas al uso, pero la Plaza Mayor se convierte esa noche en una especie de secuela fílmica de lo vivido una semana antes, aunque en distinto ‘universo’. La Solana se echó a la calle, o más bien a la plaza. Se contaban por miles las personas que abarrotaban el emblemático escenario.

-Una de las múltiples familias posando frente a la Virgen de Peñarroya

Una de las múltiples familias que ofrecieron flores a la patrona            Foto: GACETA

    Muchos, y muchas, llegaban ataviados con vestimenta manchega. Faldas a rayas, chalecos, gorras y todo tipo de accesorios para honrar atuendos que evocan esencia. Al anochecer, filas interminables esperaban pacientemente para depositar flores junto al trono de la Virgen, ya en el pórtico de Santa Catalina. Abundaban padres y abuelos con niños en brazos u los móviles echaban humo a base de selfies. Todos querían una foto frente a su patrona. Los paneles se iban llenando poco a poco de vistosos ramos.

-Panorámica de las tortillas de patatas

Más de medio centenar de tortillas se presentaron al concurso gastronómico           Foto: GACETA

     Mientras tanto, al lado ya olía a cochura y sartén. Llegaban las tortillas de patatas, los pistos manchegos y los dulces típicos, que se fueron depositando sobre largas mesas a los pies de la torrecilla del reloj. La participación fue enorme, como de costumbre. Se presentaron 52 tortillas, 28 pistos y 28 dulces. A juicio del jurado, la mejor tortilla fue para Los Castilleros-24, el mejor pisto para el que cocinó Gema García y el mejor plato de dulces para el que presentó Encarni Simón. En total, más de un centenar de platos que no tardarían en ser ‘devorados’ por una legión de comensales.

-Plano cenital grupos de gente cenando

Plano cenital de grupos de gente cenando en la Plaza Mayor             Foto: GACETA

      Llamaban la atención las improvisadas acampadas de grupos de gente que llevaban a cuestas mesas, sillas y merenderas repletas de viandas. Se instalaban adonde no llegaban las terrazas hosteleras, llenando soportales y extendiéndose hasta la misma plaza de Don Diego. Hace años que se ha convertido en costumbre y, ya se sabe, las costumbres se hacen leyes.

     La fiesta musical arrancó poco después sobre el tablao. Salieron a escena Mengui y Carmelo, dos primos que mueven al público con versiones de ‘flamenco pop’. A esas horas, no cabía un alfiler en la Plaza Mayor, cuya temperatura nunca fue lo suficientemente fresca como para ahuyentar al personal. Todo lo contrario, el vientecillo de primera hora se tornó en una noche de temperatura espléndida para seguir al pie del cañón, primero con el dúo jienense y después con varios Disc Jockeys. Poco a poco, la gente fue desfilando y llegó la hora de parar el zumbido musical. Era la calma tras la tempestad… que no tardaría en volver.

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