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Santiago Almarcha, segundo por la izquierda, y su familia son los creadores del salón de juego        Foto: GACETA

         Aurelio Maroto

            Santiago Almarcha olió que había gente interesada en abrir un salón de juego en La Solana y se anticipó. Después de 24 años dedicándose al negocio de las máquinas tragaperras, no podía permitir que fuera otro quien inaugurara una sala en su pueblo. Cuestión de instinto, y de orgullo. Se puso en marcha, visitó despachos, movió cientos de papeles y, por fin, el 30 de enero de 2015 pudo hacer realidad su nuevo proyecto. Había nacido Salón de Juego Jubelmar, que mantiene el nombre comercial de la empresa que fundó en febrero de 1991 junto a su hermano Julián.

            Atrás queda un carrusel de gestiones que parecía no acabar nunca. “Esto lleva mucha burocracia, es muy lento, lo revisan todo mucho” –nos decía-. Los permisos municipales fueron rápidos, teniendo en cuenta que sólo necesitaba una licencia normal y corriente, pero el atasque llegó con la Junta, que aplica la reciente Ley del Juego y las Apuestas de Castilla-La Mancha, vigente desde abril de 2013. “Hasta que vino la brigada de juego y dio el visto bueno final pasó mucho tiempo y mucho papeleo”.

No es para menos, y él lo sabe. Un salón de juego y apuestas no es cualquier cosa. La gente va allí a jugarse el dinero y la legislación es severa. La entrada de menores está terminantemente prohibida. De hecho, en algunas comunidades autónomas ni siquiera es posible abrir salones de esta naturaleza. Pero Santiago Almarcha no es hombre que se amilane. Hizo sus cuentas y tiró para adelante. “La Solana es lo suficientemente grande como para tener un salón de juego”. En el gremio se estima un mínimo de 12 o 13 mil habitantes para que tenga viabilidad. La Solana, con más de 16.000, cumple de largo esa premisa. De hecho, ya hay salas en municipios vecinos como Valdepeñas o Tomelloso, y no tardará en haberla en Manzanares.

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Una de las máquinas más espectaculares es esta ruleta      Foto: GACETA

El local, que también es un bar normal y corriente, tiene un apartado dedicado a las apuestas, con varias pantallas en las que el cliente puede apostar un máximo de 100 euros. Más adentro se encuentran las máquinas. Hay varias para jugar al bingo además de las clásicas tragaperras. Y en el centro está la ruleta, rodeada de sillones para atender a varios jugadores a la vez. Todo el juego es electrónico y cada máquina está conectada directamente a un sistema centralizado que controla el Ministerio de Hacienda. Al final, el dueño del local es un mero intermediario que gana su comisión correspondiente, pero buena parte de los ingresos van a parar directamente a la caja común, vía impuestos.

Según nos dijo, la inversión total ronda los 250.000 euros, contando local y equipamiento. Eso sí, prefirió no hacer público el dinero que ha tenido que poner en concepto de avales. Ha creado 3 puestos de trabajo directos.

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