
Antonio Domingo lleva el hilo conductor en "Con el cuerpo"
Aurelio Maroto
“Con el cuerpo” no es un espectáculo cualquiera. Lo más llamativo es que el escenario no puede ser más sencillo. Tanto que no hay nada, o casi. Apenas un atril con una chaquetilla blanca colgada. En realidad, la miga no está en escena, sino en las butacas. El público es el principal intérprete de una función plenamente interactiva. De lograrlo se encarga Antonio Domingo, único actor de un montaje que, en resumen, intenta demostrar de forma sencilla una obviedad: “el ser humano es único por naturaleza y que todos nacemos sonando con un instrumento que es nuestro cuerpo”.
La génesis de esta obra parte de un aula donde enseña a sus alumnos a desarrollar su cuerpo y ver que mejoraban sus capacidades psicomotrices. “De ahí surgió la idea y por eso esta función es un taller de psicomotricidad encubierto”. El éxito de esta idea, que ya lleva años en escena, es precisamente la complicidad con el público desde el inicio de cada función, “en el minuto tres se rompe esa pared que hay entre público y escena”.
Además de mantener un diálogo constante con los espectadores, a los que levanta de sus asientos y hace moverse y bailar, introduce en el guión cosas típicas de cada lugar, algo que le permite empatizar todavía más, “cada función es única por lo que sucede en el patio de butacas; el espectáculo lo hace quien está en la sala, no yo”.
Alrededor de 150 espectadores acudieron a ver y a disfrutar “Con el cuerpo” en el Centro Tecnológico de Audiovisuales. He ahí la diferencia. Esta vez, el público no estaba abajo, sino arriba. Pero lo demás fue sobre ruedas.