
Aurelio Maroto
Hay feriantes que llevan toda su vida haciendo parada y fonda en las ferias de los pueblos. Un trajín que se repite cada verano, también en La Solana. Rafael Bustos es un claro ejemplo. Lleva 30 años rifando navajas en la Plaza Mayor, junto a la puerta de la iglesia, aunque este año hay un problema: tiene menos clientela que nunca. Asegura que es la peor feria que recuerda, con muy poco personal junto al puesto que monta cada mañana “la cosa va mal, no hay gente” –lamenta-.
Sobre el tenderete están extendidas las navajas de la empresa que lleva su apellido, un emblema en su localidad natal, Santa Cruz de Mudela, al tratarse de la cuarta generación. Son navajas artesanas, hechas a mano con el procedimiento de toda la vida “aquí todo es artesanía, no hay truco”. Las hojas son de acero carbono, que se corta mucho más “el carbono se pone feo antes, pero el filo dura bastante más y la gente lo pide”.
Mientras hablamos, un paseante esporádico se para a mirar la mercancía. Mira aquí y allá, coge esta o aquella navaja, toca el filo con mimo y pregunta “¿cuánto vale esta?”… Las hay desde 8 euros. Sin embargo, Rafael Bustos quiere rifar con esas barajas españolas hechas de madera que saben más que un ratón colorao. Pero la rifa se hace esperar por que no hay clientes. Atrás quedan aquellas mañanas de plaza repleta y sorteos constantes. Rafael ni siquiera necesita ese célebre micro acoplado al cuello a modo de altavoz “antes había mañanas que no parábamos de hacer rifas, una detrás de otra, y llenábamos el suelo de papeletas”
Con todo, la feria de La Solana siempre ha sido de su favoritas “aquí la gente había mucho ambiente” –recuerda con nostalgia-. A la espera de que el respetable se arremoline como antaño en torno a su puesto de navajas, Rafael Bustos se resigna “habrá que esperar tiempos mejores”. Eso sí, no tiene dudas de que seguirá viniendo a la feria solanera “eso está claro, seguiremos aguantando para que no se pierda esto”.