Los jugadores celebran el triunfo y la permanencia sobre la pista de Majadahonda
Aurelio Maroto
Érase una vez un lejano país llamado Liliput. En él vivían seres muy pequeños, en casas muy pequeñas. Sin embargo, tenían un don: la audacia. Y esa audacia actuaba como una especie de crecepelo fulminante, capaz de convertir los molinos quijotescos en gigantes de verdad. De lo contrario, hubiera sido imposible que el center más bajito de su universo baloncestístico, un tal Mario García, emergiera como el máximo reboteador de un campeonato de piernas y brazos largos, muy largos. El ardoroso canterano dibuja la alegoría perfecta de este Doña Ramoncita-CB La Solana, que el sábado escribió probablemente su página más épica para firmar una agónica –pero maravillosa- permanencia en Liga EBA.
Sí, el CB La Solana representa al municipio menos poblado de su grupo –a excepción de Socuéllamos-, tiene el equipo más bajito, el pabellón más chiquitito, el presupuesto más modesto… Pero el deporte enseña todos los días que las etiquetas están para romperlas. Tal es su grandeza. Por eso, el baloncesto solanero ha vuelto a dar una lección de resiliencia ante la estrechez de medios, con un grupo de canteranos irredentos que han remado duro, apoyados en la muleta de dos superclase: Álex Talamino y Sdenry González.
Lo del sábado fue lo más parecido a una película de terror, pero con final feliz. A Majadahonda acudió un nutrido grupo de solaneros. Muchos venían directamente desde Albacete, donde el CB La Solana cadete se había proclamado por la mañana campeón regional frente a UCA (71-72), con el billete al Campeonato de España incluido. No había mejor aperitivo. Ni mejor premonición. El Doña Ramoncita jugaba en Majadahonda, pero también ‘jugaba’ en Tenerife y en Alcalá. El arranque fue el vaticinio de un partido eléctrico, intenso, donde los ataques se imponían a las defensas. Al descanso, 52-51 para los majariegos en un carrusel incesante de canastas. En ese instante, El Santa Cruz ganaba al Aridane (30-26) y el Estudio vencía a domicilio en Alcalá (34-36). Pintaban bastos.
El tercer cuarto, como de costumbre, fue malo, con un parcial de 25-19 que disparaba la distancia local a +7. Una ventaja que se estiró aún más en el cuatro final, aunque el equipo volvió a agarrarse al electrónico a base de chispazos de Sdenry, de Tala, de Mario, de Darío… Había miradas al banquillo: “¿Cómo van los otros?”, parecían preguntar. Mica y Fernando se esforzaban porque solo hubiera ojos en la pista propia, no en las ajenas. Y llegó el desenlace. La Solana por fin se puso por delante tras hacer la goma varias veces, a costa de un esfuerzo titánico. Apenas 20 segundos y tres puntos arriba. Tiempo muerto. Todo menos un triple. Majadahonda falla y Mario sube al cielo a por un rebote marca de la casa. Quedan 4 segundos. Faena concluida. O no. Mario se enreda en su euforia y lanza el balón fuera, pensando que el partido había acabado. ¡Pero qué haces!, le gritan al unísono. Saque lateral y balón a Alberto Herreros Jr., el gran francotirador local. Tres segundos, dos, uno… Escopetazo a lo que salga desde Gran Vía. ¡Canasta! Empate a 93-93. Increíble es poco.
Mario quería morirse. Talamino tenía lágrimas en los ojos. Había zozobra general en el banquillo. Quién desenredaba la madeja mental en ese instante. Difícil papeleta. Para colmo, el Majadahonda conectó un par de canastas nada más empezar el tiempo extra. No había uñas en las manos. Hasta que alguien tocó zafarrancho. Y ese alguien eran todos, unidos en un corazón de hierro que habían forjado durante meses en esta guerra desigual. Ahí estaba Mario, más gigante que nunca. Por ahí andaba Álex Talamino, que enchufó un triple balsámico en el momento justo. The End. A esas horas, Santa Cruz y Estudio ya habían hincado la rodilla. Kilos de adrenalina vestidos de negro correteaban por la pista madrileña, incluido Santiago a la pata coja. Fiesta total tras un final digno de Hitchcock.
Mario -sin camiseta- y Sdenry, eufóricos tras la victoria y la permanencia garantizada
Lo que vino después queda en la intimidad de un vestuario que ha batallado con cargas de caballería ante ejércitos mecanizados. Se merece este premio. Incluso este suspense. Ha sido una lección de supervivencia. Habrá tiempo de reflexionar en frío, de pensar en rearmar el club, en mejorar la plantilla, en engordar el cuerpo técnico, en evitar fiascos tipo Dusan… “Ha sido un máster acelerado”, subraya Mica Tolosa, ávido de desconectar, igual que el resto de su tropa.
¡Somos EBA!, guasapeaba Vitu tras el alto el fuego definitivo. Pocas horas después, Mario reposaba tranquilo en la bonanza nocturna de la Plaza Mayor de La Solana junto a sus compañeros de trinchera. Esta vez, el partido sí había acabado. Felicidades.