La imagen de la frustración. Varios jugadores amarillos tirados en el césped tras pitar el final del partido
Aurelio Maroto
Víspera de mucho, día de nada. Es difícil encontrar un símil mejor para definir lo vivido este sábado en La Moheda. La atmósfera era electrizante, sublime, excelsa. Todo estaba preparado para consumar el ascenso ya, evitando más dilaciones. Pero faltó lo esencial, la victoria. Y sin victoria no había paraíso. No todavía. El CF La Solana falló el primer blanco, fundamentalmente porque el equipo no estuvo a la altura del desafío. El 3-3 final deja un poso de decepción, y aún pudo ser peor si no es por el arreón de los últimos diez minutos, donde los amarillos sacaron todo el corazón del que carecieron en los ochenta anteriores. Remontaron un 1-3 sonrojante para rescatar un punto. Sin duda, los goles postreros de Raúl y Juan amortiguaron el golpetazo. Y sin duda también, por eso la afición acabó coreando “orgullosos de nuestros jugadores”.
Una jugada del partido ante una grada repleta de aficionados
La tarde barruntaba bonanza y se respiraba un ambiente de optimismo, casi de euforia. La Moheda se vistió de gala para la ocasión, con más de mil almas flameando banderas amarillas. En esa jungla festiva solo había un tipo capaz de pensar en clave deportiva: Kiko Vilches. Sabía que el partido tenía aristas. Primero, el rival, que se jugaba mucho; segundo, una plantilla diezmada por las bajas; y tercero, el vértigo de un momento así.
No hizo falta mucho para comprobar cómo sería el partido. El Almodóvar no quería riesgos, natural, y La Solana tampoco, no tan natural. Los amarillos se dedicaron a contemporizar en un juego horizontal insulso, anodino y sin profundidad. Vilches nos dijo después que era imposible atacar una defensa tan alta sin juego por bajo. Está bien, pero también es imposible ganar sin presencia arriba. Así que nadie obligó a los centrales, nadie buscó un juego más directo para generar segundas jugadas. Nadie apretó, en suma. El resultado fue media hora plana, sin ocasiones. Y claro, los visitantes eran felices con ese guión, esperando pacientemente alguna grieta, que llegó en una contra de manual.
Tardó poco en empatar La Solana, gracias a un cabezazo en anticipación de Cabriti, que galvanizó los ánimos de la grada, ávida de que el equipo le diera razones para creer.
La afición estuvo entregada al equipo
Pudo cambiar la historia en el arranque de la segunda parte, cuando Ángel estuvo a punto de hacer el segundo en una ocasión clamorosa. Pero ocurrió lo contrario acto seguido. Un saque de banda acabó dentro como por arte de magia, iniciando la tarde horribilis de Monreal. Entonces, Kiko Vilches reaccionó con un triple cambio, aunque pocos entendieron que retirase a Ángel, que estaba siendo el gran agitador. Con todo, el equipo mejoró, tal vez acuciado por el marcador. Raúl dio brío al juego entre líneas y Javi López fijó a la defensa contraria. Sin embargo, todo acabó de torcerse en el minuto 75 tras otro agujero aéreo en el área pequeña.
Ahora sí, La Solana tocó a rebato. Un zafarrancho tardío que terminó con dos goles y una ocasión para hacer el cuarto. Hubiera sido el clímax si el equipo remonta y asciende en el último suspiro. Por eso, cuando Raúl Abad pitó el final, probablemente antes de lo debido por el carrusel de pérdidas de tiempo habidas, los jugadores amarillos se tiraron al césped, destruidos.
"Ahora sí os digo que el ascenso está en el bote"
El primer disgustado era el entrenador. Tal vez la rabia que llevaba dentro le hizo aparcar la enorme prudencia que ha exhibido hasta la fecha. “Si no es hoy será la semana que viene, pero ahora sí os digo que el ascenso está en el bote”, declaró. “Me llevo el trabajo y el sacrificio de los jugadores y el apoyo de la afición por cómo ha rugido”. Toca esperar un poco más, y esta vez sí, celebrarlo como merece.