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  Copia de La Tabernera del Puerto

 Escena de La tabernera del puerto en la sesión de noche                                                        Foto: GACETA

       Aurelio Maroto

         Musiarte Producciones salió airosa de su primera jornada de trabajo en la 29ª Semana de la Zarzuela. Escenificó La tabernera del puerto en sesión doble, y lo hizo con el suficiente decoro como para agradar a los aficionados, que por la tarde casi llenaron el teatro “Tomás Barrera”, y por la noche ocuparon cerca de tres cuartos de aforo.

         La crisis y las apreturas económicas aparejadas obligaron a minimizar al máximo el número de coristas, músicos y figurantes, hasta el punto que se echó mano de algún técnico del auditorio (no es la primera vez). María Dolores Travesedo lo fió todo a sus primeros espadas para salvar con éxito la profunda obra del maestro Sorozábal, una joya zarzuelística desde el punto de vista lírico y musical, ambientada en un puerto marinero del norte y estrenada en los albores de la Guerra Civil.

Los tenores Ricardo Muñiz (tarde), y Lorenzo Mok (noche) se repartieron el rol de “Leandro”. Ambos son grandes solistas, de voz clara e intensa, en especial el cubano Mok, el clásico tenor spinto de violentos agudos. Tanto es así que se le escapó un leve gallo en los do finales del célebre “No puede ser”. Eso sí, la romanza arrancó la mayor ovación de la noche.

El papel protagonista de “Marola” lo atacó Chantal García. La menuda soprano lírica interpretó bien un rol nada fácil, en especial cuando abre el segundo acto con la romanza “En un país de fábula”, donde la solista alcanza el clímax de su actuación cuando produce esos dificilísimos “picos” para imitar a los pájaros.

El barítono Jesús Lumbreras encarnó al enérgico “Juan de Eguía”, y lo hizo con la suficiencia dramática que le otorga su también condición de actor. Cantó bien su papel, con esa voz grave de barítono-bajo tan característica del madrileño. Su paisano Javier Roldán volvió para interpretar al marino inglés “Simpson”, uno de los roles más brillantes de todo el panorama zarzuelero para esta tesitura de voz. Su momento cumbre fue, cómo no, en la romanza “Despierta negro”.

Mención especial merece el veteranísimo Miguel de Grandy. Casi octogenario, el actor cubano cuadra a la perfección el papel de “Chinchorro”. “Antigua” es su esposa en la ficción, aunque también en la realidad, y ambos cuajaron bien el famoso dúo cómico de la obra. El hijo de ambos, Adolfo de Grandy, dio vida al papel de “Ripalda”, el celoso dueño del café del Vapor. Otros papeles relevantes de esta apasionante zarzuela fueron “Verdier”, interpretado por Alberto Perdiguero, y “Abel”, el desdichado muchacho enamorado de “Marola” que encarnó la soprano Raquel Cordero.

Como siempre, el director Luis Sánchez Romanos dirigió la orquesta desde el hondo foso del “Tomás Barrera”.

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