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La Solana-Villacañas - copia

Un momento del partido, con La Moheda repleta de aficionados                                                        Foto: GACETA

           Aurelio Maroto

           Pocas veces hay tanta unanimidad cuando termina un partido de fútbol. Y esta fue una de ellas. La Solana ganó al Villacañas (1-0) y la coincidencia era absoluta en el veredicto: los toledanos merecieron más. O sea, los amarillos merecieron menos. El primero en admitirlo fue Pepe Berja, consciente de que su equipo cedió el balón al rival tras el gol de Said en el arranque, que derivaron en un carrusel de ocasiones, algunas muy claras, de los visitantes.

           Pero La Moheda unió a todos los astros. Uno fue Monreal, que emergió como el gran portero que ya es. Otro el travesaño, que escupió varios balones. Uno más, la mala puntería de la artillería rojilla. Y el buen hacer defensivo de un equipo que, circunstancias al margen, trabaja en modo monolítico. Quizás hubo un quinto astro, Carlos Moya, al que La Moheda dedicó un emotivo minuto de silencio. Lominchar, técnico villacañero, daba en la tecla con la prensa. “Al final nadie se acordará que fuimos superiores a La Solana, o que el otro día fuimos superiores al Socuéllamos. Cuenta el resultado”. En liga, ese es el Evangelio, ganar.

 

    Y La Solana ganó 1-0 merced a un gol de Said, otra vez como consecuencia de un penalti, aunque en esta ocasión transformado por él mismo. Era el minuto 5 de partido y el resultado de una buena puesta en escena del equipo. La afición, de nuevo masiva en La Moheda, se frotaba las manos. Pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos. Los amarillos perdieron contacto con la pelota, dieron un paso atrás y dejaron hacer al rival. Es una situación que el equipo ha tomado como costumbre, casi por inercia, tal vez porque se siente que no llegará la sangre al río. Todo se fía al balance defensivo y a un gigante bajo los palos.

La Solana-Villacañas-1

La Solana jugó en campo propio tres cuartas partes del partido                                                Foto: GACETA

   El caso es que el Villacañas comenzó a acumular ocasiones, sin éxito. Al descanso, victoria mínima y la sensación de que pudo ser peor. En la reanudación nada cambió. El medio campo no carburaba, perdía el balón con facilidad, y el rival siguió apretando la presión, robando con facilidad y abriendo el campo con ayudas constantes por banda. Pero todas las andanadas al área terminaban en la nada, a pesar de varios ¡uyyys!

   La Solana pudo aumentar la cuenta en la proyección a la contra, pero Miguel Fuentes sigue negado. A diez del final, el malagonero fue expulsado por doble amarilla en la misma jugada. Exteriorizó su frustración de la peor manera posible. Menos mal que no tuvo efecto en el resultado y La Solana dio un paso de gigante hacia una permanencia que parece en el bolsillo. Es lo que tiene ganar, porque los goles no se merecen, se marcan.

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