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Tore

Los delanteros amarillos estuvieron fallones y desasistidos                                                                      Foto: GACETA (archivo)

           Aurelio Maroto

            El CF La Solana despertó de su dulce ‘sueño’ de la forma más común en estos casos, con una sonora bofetada. El Damiel Racing bajó de la nube a los de Ángel Izquierdo en un partido desastroso de los amarillos, indolentes en la primera parte y confusos hasta el extremo en la reanudación. El solitario gol de Jesús a los 19 minutos premió con total justicia al único equipo que puso corazón sobre el maltrecho césped artificial del “Carmen”. Es la cuarta temporada consecutiva que La Solana pierde por la mínima en Daimiel.

            La Solana salió completamente desconectada. Bastaron un par de entregas peligrosas en defensa para ver el percal, con el agravante de que enfrente había un rival híper motivado. El cóctel no barruntaba nada bueno y pronto se comprobó. Poco antes del gol, una innecesaria cesión de Sancho a Espada provocó un no menos absurdo intento de dribling del meta ante el delantero. Sólo la diosa Fortuna evitó el 1-0. Pero este llegó en seguida tras una falta bien enroscada por Francis que remató Jesús ante la pasividad visitante.

            Lejos de espolear, el gol despistó aún más a los amarillos, incapaces de armar juego en la zona de creación. Los de Kapa destruían cualquier ronda de pases a base de juntarse mucho y ser generosos en las ayudas. Jesús Bueno y Almarcha no entraban en juego y tanto Sergio Talavera como Tore trotaban muy dispersos en banda. Pitu, que se esforzaba en tirar desmarques, no encontraba balones francos, y cuando lo hacía, tenía un par de doberman encima. Algo parecido le sucedía a Chule. Pero el problema no era sólo la falta de presencia arriba, sino la facilidad con que el Daimiel armaba el contragolpe. Los centrales, Sancho y Diego Sevilla, se vieron desbordados en varias ocasiones y Juli sufrió especialmente por su costado zurdo. Para colmo, cuando el equipo se estiraba y buscaba el robo en la presión, llegaban regalos como uno de Jesús Bueno a la media hora minutos. Menos mal que al atacante de turno se le hizo de noche cuando se plantó completamente sólo ante Espadas.

            Muchos esperaban una reacción visitante tras el descanso, sobre todo cuando Jose Mora fue expulsado por doble amarilla al minuto de juego. Nada de eso. La Solana cambió la holgazanería por nerviosismo, mientras el Daimiel se rearmó mentalmente ante una expulsión que consideró injusta y encontró dos nuevos aliados en su particular cruzada. Uno, el público local. Y dos, el árbitro, que se volvió loco ametrallando a tarjetas a los amarillos, tal vez por mala conciencia.

            Sin embargo, reducir la derrota a la actuación arbitral es como mínimo simplista. Y también injusto. El Daimiel enredó a La Solana en una madeja de parones, lesiones simuladas y pérdidas de tiempo tan desesperantes como lógicas, según para quien. La cuestión es que La Solana no supo nunca salir de esa trampa. Es más, la grandeza local radicó (también) en que no se erizó en torno a Bombi. Qué va. Aún con diez, echó atrás a su rival a base de presionar la salida organizada del balón, obligando a patear en busca de un toque de flauta. Mal negocio tal y como estaba el partido. Las retrancas de Chule al medio campo para intentar organizar el ataque exhiben hasta qué punto el juego amarillo era anárquico.

            Aún así, Pitu tuvo el empate con un par de testarazos francos, pero siempre entre la espesura de un juego sin rumbo. Tan sólo la afición solanera se salvó de la quema, incluidas las Brigadas Amarillas, que comenzaron a cantar justo cuando ya se mascaba la derrota. Ya se sabe, al mal tiempo, buena cara.

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