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Román Jaime

Román Jaime durante su entrevista en Radio Horizonte                                                                                            Foto: GACETA

           Aurelio Maroto

            “No lo considero un acto heroico, sólo buscas el cumplimiento del deber y te queda la satisfacción personal”. Román Jaime, el solanero que salvó la vida a un hombre en Daimiel, donde ejerce como Policía Local, no oculta que su actuación fue decisiva en un caso extremo, pero prefiere encuadrarlo en la naturalidad de su labor. “Entra en las funciones de mi trabajo, en mi preparación y en el día a día”. Además, prefiere hablar en equipo. “Estoy muy agradecido a mis compañeros, cada uno haciendo lo que pudo; cuando las cosas se hacen coordinadas suelen salir bien”.

            En una entrevista concedida a Radio Horizonte, Román Jaime se esfuerza por minimizar el lance, pero es imposible. El lunes 14 de septiembre salvó la vida a un hombre que se moría. Su decisión, y también su frialdad, resultaron claves. Eran las dos de la tarde y acababa de iniciar turno. “Nos llamaron diciendo que había un hombre inerte en la vía pública”. En cinco minutos, la patrulla estaba allí. “Cuando llegamos había gente intentando moverlo [al hombre] pero no respondía a los estímulos”. Les dijeron que había dado convulsiones y que después dejó de respirar. Su corazón no latía.

Todos pensaron que había fallecido, incluido Román. “Por el color de piel, las pupilas dilatadas y sin respiración, también pensé por un momento que había muerto”. Pero, instintivamente, decidió agotar las posibilidades. “Me lancé y comencé a hacerle la RCP (Reanimación Cardio Pulmonar) mientras llegaba la ambulancia. Era el último recurso”. Tal vez pensó en su propia madre, a la que ya sacó de una parada similar hace años en su propio domicilio.

            Mientras masajeaba, lo observaba constantemente. “De pronto vi que movía una pupila y una pierna”. El hombre, que tiene 57 años y trabajaba en un plan de empleo en labores de limpieza en el polígono industrial de Daimiel, comenzó a reaccionar. “Su corazón volvió a latir lentamente y entonces pensé que salía de esta”. Cuando llegó el 112 le pusieron el desfibrilador y quedó definitivamente estabilizado. El médico de urgencias no tardó en felicitarlo. “Me dijo que lo salvé porque había sufrido un infarto súbito”.

            El infartado fue evacuado al Hospital General de Ciudad Real, donde fue intervenido. Estuvo tres días en la UCI, le pusieron varios stents y se recuperó. Ese mismo sábado, 19 de septiembre, acudió a Jefatura en busca de su salvador. “Vino a verme, me dio un abrazo y nos pusimos a llorar”. Apenas una hora después quien llegó fue la esposa, y lo mismo. “Son momentos para vivirlos, muy especiales”. Es fácil adivinar la eterna gratitud de esta familia con el policía solanero.

Román Jaime hizo lo que debía, sin duda, pero si no lo hubiera hecho nadie se lo habría reprochado. Todos daban por muerto al hombre cuando la patrulla llegó. Ese instinto se tiene o no se tiene, pero también se aprende. Y es aquí donde el policía quiere poner el acento. “Nuestra preparación ha mejorado mucho, antes no había academias y ahora te dan una formación muy completa, incluso en los requisitos para entrar”. Un Policía Local debe tener, como mínimo, el Bachillerato, amén de unas determinadas aptitudes físicas y psicológicas. Él mismo es diplomado en Trabajo Social, máster en criminología y está cursando 3º de Derecho en la UNED. A partir de ahí, destaca el papel real de las fuerzas de seguridad. “Nuestra labor es asistencial, no represiva”. “Los primeros que llegamos siempre a los sitios es la Policía Local”.

            No le falta razón. Cuando nos quedamos encerrados en casa ¿llamamos al cerrajero? Llamamos a la Policía Local hasta para preguntar por la farmacia de guardia. “Nuestra imagen hoy es buena porque hay mucho acercamiento al ciudadano”. Eso sí, reconoce que los adultos valoran más esa labor, “muchos jóvenes nos ven como gente que pone multas y hace controles de alcoholemia”. Pero entiende que es normal. En parte obedece a la rebeldía natural de esas edades.

A sus 44 años, Román Jaime es todo un veterano. Lleva 18 años vestido de uniforme, de los cuales diez en La Solana, su pueblo natal en el que sigue residiendo, y los ocho últimos en Daimiel. Me siento muy realizado con mi trabajo. La Policía Local presta un servicio imprescindible.

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