Aurelio Maroto
Las ferias de los pueblos se caracterizan, entre otras cosas, por sus muchas tradiciones. En La Solana, la rifa mañanera de navajas en la Plaza Mayor pertenece al paisaje festivo en los días de feria. Rafael Bustos lleva 4 años sorteando navajas junto a la puerta de la iglesia. Pero sólo es la punta del iceberg. En realidad, hace 30 años que viene a la feria de Santiago y Santa Ana, por que los 26 primeros lo hacía junto a su padre. Era muy niño cuando ya lo acompañaba.
Todos los años, la instancia llega puntual al Ayuntamiento y la respuesta es inmediata. Desde la primera mañana de feria, el pequeño carrillo de las navajas se despliega a la sombra del pórtico de Santa Catalina. Los clientes no tardan en llegar, y casi siempre son los mismos “esto es como una pequeña familia” –dice Rafael-. Buscan una nueva navaja para todo el año, pero sobre todo buscan calidad “saben que son navajas hechas a mano desde el principio del mango hasta el final de la hoja, completamente artesanas”.
Las tablas con cartas de la baraja española comienzan a repartirse cuando la clientela, en su inmensa mayoría hombres, se arremolina en torno al puesto. Con un aparato de megafonía que también parece tener mucho de artesano y un micrófono adaptado al cuello, empieza la rifa y anima el cotarro.
Pero la crisis también ha llegado aquí “vaya si se nota la crisis; ahora se rifa menos, apenas quince o veinte rifas en poco más de media hora”. Sin embargo, compensa “siempre ganamos algo, de lo contrario no vendríamos”.
De La Solana se marchan a San Lorenzo de Calatrava, y así hasta completar quince ferias durante todo el verano. Por cierto, la feria solanera es una de las mejores “creo que es la tercera”. Aunque ninguna como la de la localidad albaceteña de Munera “la fama de la navaja es de Albacete, pero la calidad de de Santa Cruz de Mudela” –presume-.
Rafael es la cuarta generación de una familia de artesanos navajeros muy conocida en su localidad natal, Santa Cruz de Mudela “hacemos navajas a mano desde el año 1860 y el proceso de fabricación es el mismo” –dice con sano orgullo-. Siglo y medio después, Rafael Bustos representa el último eslabón de una cadena que podría romperse con él “tengo un sobrino con 18 años que podría coger el testigo, pero no sé…”. Pero ese temor todavía está lejos. A sus 37 años, Rafael Bustos está dispuesto a defender el prestigio de su empresa y a mantener la tradición durante muchos años todavía “hasta que Dios quiera seguiré fabricando navajas con el mismo proceso que lo hacían mis antepasados hace más de un siglo”.