Novedoso y llamativo espectáculo piroluminoso sobre la fachada de Santa Catalina Foto: GACETA
Aurelio Maroto
La tarde cayó sobre La Solana con un aroma de invierno recién estrenado, como si el aire presintiera que algo grande estaba a punto de suceder. A las 7 en punto, con el cielo ya teñido de un azul profundo, la Plaza Mayor se convirtió en un escenario vivo, repleto de centenares de miradas que aguardaban un destello, un signo, un pequeño milagro. Había niños, muchos, encaramados a los hombros de sus padres, abuelos que sonreían recordando encendidos pasados y una legión de móviles preparados para captar el momento.
Momento del encendido oficial Foto: GACETA
La alcaldesa tomó la palabra sobre el pequeño escenario instalado para la ocasión, dando la bienvenida a ese mar de vecinos que llenaba la plaza. Sus palabras fueron el preludio de un instante esperado. Bastó que propusiera la cuenta atrás para que toda La Solana respirara al mismo ritmo. “Diez, nueve, ocho…”, entonaron cientos de voces hasta que, al llegar al cero, la regidora pulsó el botón mágico.

Panorámica de la plaza durante la demostración de luz y pirotecnia Foto: GACETA
Entonces la noche se abrió en un estallido de música y luz. Un espectáculo piromusical comenzó a dibujar figuras sobre la centenaria fachada de Santa Catalina, al ritmo de música épica que encogía corazones. Hologramas que parecían salir del propio muro, haces de luz que ascendían como plegarias de colores y fuegos artificiales que brotaban sincronizados con la melodía. Cada destello arrancaba exclamaciones, cada nota elevaba un suspiro. Y esos móviles, alzados como antorchas digitales, retenían el instante para hacerlo eterno.
Fachada del Ayuntamiento iluminada Foto: GACETA
Tras el último estallido, la oscuridad se quebró definitivamente. La iluminación navideña se encendió de golpe. En el corazón de la plaza emergió un Nacimiento gigante, majestuoso, rodeado de ornamentos brillantes y guirnaldas que abrazaban las balconadas de los soportales. La luz se extendió también a la Plaza Don Diego y a las calles Sagrario, Cervantes, Pacheco, Concepción y Feria, mientras la calle Carrera iluminaba su camino hasta la plaza del Mercado.
Trenillo junto a la feria navideña en la explanada del mercado Foto: GACETA
Allí, la feria navideña tomaba forma entre risas infantiles, atracciones y un trenillo que cruzaba las calles sin descanso, sembrando alegría a su paso. Y como gesto que abriga más que la propia luz, en la plaza Cruz Roja repartía chocolate caliente y churros, en una acción benéfica que ponía el broche humano a la noche. Mientras, la Banda Municipal interpretaba los primeros villancicos de la temporada que llega.
Banda Municipal interpretando villancicos Foto: GACETA
Así fue como Solana volvió a encender así su Navidad, cada vez más madrugadora. Y lo hizo como siempre: unida, luminosa, eterna.