
Coreografía de baile durante el desfile Foto: GACETA
Aurelio Maroto
La noche se vistió de fantasmas, risas nerviosas y brisa otoñal cuando la explanada de Santa Quiteria abrió el desfile-tenebroso impulsado por la sala de baile Nuevo Ritmo, bajo el liderazgo de Diego Mateos, y el apoyo del Ayuntamiento, que donó dos plataformas y lanzó caramelos durante el trayecto. Otros patrocinadores también aportaron regalos varios. Todo ello ha permitido crecer a una celebración que volvió a familias enteras, jóvenes y pequeños monstruos improvisados para desfilar por las calles solaneras entre música, danzas y centenares de disfraces alusivos a la cada vez más enraizada fiesta de origen celta.

Directivos de Alas de Papel en su puesto de venta Foto: GACETA
Ya en la Plaza Mayor, siguió el ambiente festivo, se celebró un original concurso de calabazas y la asociación Alas de Papel montó un puesto de “dulces terroríficos” justo frente al Ayuntamiento. Lograron recaudar 570 euros, una cifra que no solo habla de golosinas y caramelos, sino del corazón solidario de la población, por ejemplo de la panadería Diego y Mila, que donó generosamente brochetas de chuches para completar la oferta benéfica. La presidenta de Alas de Papel, Virginia Sánchez, ha agradecido públicamente a Nuevo Ritmo por acordarse de su asociación, a la citada panadería por su donación, y al propio Ayuntamiento, que también compró las pastas vendidas por la asociación.
Imagen del gentío que acompañó el desfile Foto: GACETA
Mientras tanto, familias completas —padres disfrazados, niños con capas y máscaras, mayores que volvieron a sentirse pequeños— inundaban la plaza con una marea de motivos ‘terroríficos’. Otra novedad fue el concurso de calabazas, ideado por la propia concejala de Festejos. Y así, en una noche de disfraces, caramelos y gritos de ¡truco, trato! La Solana demostró que el verdadero susto —y también el verdadero encanto— está en la unión de sus gentes. Halloween ha venido para quedarse, y hay que aceptarlo con naturalidad.