Cuadro de 'Las espigadoras' durante la función de tarde Foto: GACETA
Aurelio Maroto
Siempre hay margen para la novedad. Y para la sorpresa. Con ese propósito, La rosa del azafrán puso el epílogo a la 42ª Semana Nacional de Zarzuela. La compañía Maestro Andrés Uriel de la ACAZ escenificó la obra manchega por excelencia en un teatro ‘Tomás Barrera’ entregado, tanto en la sesión de tarde (lleno de no hay billetes) como de noche (casi lleno). O sea, alrededor de mil espectadores que no quisieron perderse el broche final del festival solanero. Si el año pasado contó con la ayuda de DRAO Producciones, esta vez ha sido la compañía Zarzuela Colombia quien ha colaborado en la producción de esta Rosa.
Sin perder la esencia y manteniendo el sello que ha caracterizado La rosa del azafrán representada por solaneros desde 1988, la puesta en escena de este año dio nuevas vueltas de tuerca. Y se agradece. Por citar algunos pasajes, vimos un cuadro de La escalera a caballo entre lo dinámico y lo audaz, con ‘Moniquito’ sentado en el borde del escenario mientras interpretaba el célebre ‘dos por dos son cuatro…”. O a ‘Don Generoso’ entrando desde el patio de butacas junto a ‘Juan Pedro’ para interpretar su monólogo Ven hijo. También hubo nuevas piruetas escénicas en Las espigadoras, La monda o La Ronda. Incluso se agradeció que los gañanes aparecieran con ropajes distintos en la monda. Pero tal vez lo más llamativo –y cómico- fue el cuadro de La caza del viudo, donde ‘Carracuca’ apareció en solemne procesión fúnebre para honrar a su difunta ‘Gertrúdix’, en una tormentosa tarde de verano.
La caza del viudo desató carcajadas en el auditorio Foto: GACETA
Justo es decir que se agradece la intención, así como la ejecución. Y es el espectador quien dicta sentencia. Sin duda habría espectadores que estaban descubriendo por primera vez La rosa del azafrán, pero otros muchos eran reincidentes. La rosa tiene una bolsa de fieles que no la tienen otros títulos, sobre todo en La Solana, y ese público devolvió con sonoras ovaciones cada interpretación, en especial aquellas que estrenaban esos giros escénicos.
Podemos hablar de dos dignas representaciones desde el punto de vista artístico. El elenco de la ACAZ volvió a hacer una demostración de entrega altruista por la zarzuela, que ya es mucho. Más allá de sus lógicas acotaciones técnicas y vocales, el vuelo de profesionalidad es más que evidente, máxime cuando cada año se aprecia alguna evolución. En la sesión de tarde tuvo más color local, con todos los roles principales interpretados por solaneros, excepto Carracuca, donde Ángel Walter hizo doblete. Así, Petri Casado y José Manuel León encarnaron al ‘Ama Sagrario’ y al ‘ayudaorJuan Pedro’, María Sevilla hizo de ‘Catalina’, Jose González fue ‘Moniquito’, Petra Martín-Albo representó a la ‘hermana Custodia’ (por la noche fue Mari Carmen Rodríguez-Rabadán) y Ramón López a Don Generoso (por la noche fue Gregorio Uriel).
Juan Pedro y Sagrario en 'La monda' de la rosa Foto: GACETA
Otros personajes relevantes en la obra, aunque con menos peso de libreto o canto, también fueron atacados por solaneros en ambas funciones. Son los casos de hermano Micael (Luis Miguel Serrano), hermano Francisco (Basilio del Olmo), Julián Herencia (Antonio García-Catalán), Miguel (Luis García-Cervigón), Dominica (Petri Simón), Lorenza (Ana Sánchez y Laura Rodríguez), Ciego (Regino Velacoracho) o Mozo de la guitarra (Marcos Ocaña).
Buen trabajo también de los coros, esta vez más equilibrado que de costumbre entre hombres y mujeres, dirigido por Daniel Báñez, junto al cuerpo de baile, al mando un año más de Roberto de la Cruz.La dirección escénica fue responsabilidad de Antonio Torres. El barítono malagueño se va consolidando como productor y dramaturgo, aunque también se vistió de gañán para el rol de ‘Juan Pedro’ en la sesión de cierre. Todo un lujo. Y en el foso, Carlos Díez dirigió la orquesta.
Escena de 'La escalera', con Moniquito al borde del escenario Foto: GACETA
Así fue como se puso punto y final a una Semana Nacional de Zarzuela que se ha caracterizado por una mayor competencia entre compañías profesionales –hasta cuatro-, una programación variada, donde los niños o las asociaciones locales han vuelto a tener un peso importante y, sobre todo, una masiva asistencia de público en todas las escenificaciones. Este último, es el mejor termómetro de todos.