Amapola y el coro durante La leyenda del beso Foto: GACETA
Aurelio Maroto
Hacía tiempo que La leyenda del beso no pisaba las tablas del teatro ‘Tomás Barrera’. Ha sido al año siguiente del centenario de su estreno cuando la Semana Nacional de Zarzuela ha recuperado en su cartel uno de los títulos clásicos del género. La compañía Materlírica España se consolida así en La Solana tras su digno papel el año pasado con El cantar del arriero. Esta vez, el elenco capitaneado por María José Molina repitió con otra obra nada sencilla, rica en coros y con una partitura que tiene vuelos de ópera. Además, la compañía madrileña dio en La Solana una vuelta de tuerca más: escenificó dos piezas con el apoyo de intérpretes en lengua de signos, en concreto el dúo de Amapola e Iván ‘Amor, mi raza sabe conquistar’, y el recitativo donde Ulita cuenta la ‘leyenda’. “Es una primera aproximación a la inclusión de las personas con discapacidad, que esperamos implementar en próximas experiencias para que nuestro género lírico llegue y sea para todos”, explicó la directora escénica en los prolegómenos de la representación.
Escena de Iván y Amapola Foto: GACETA
Con ese guiño a la inclusividad, sin duda digno de elogio, arrancó el preludio de La leyenda del beso, bajo la batuta de Pablo Gutiérrez en el foso. La otra gran novedad residía en los coros, engrosados por componentes de la ACAZ (Asociación Cultural Amigos de la Zarzuela), dirigidos por Daniel Báñez, que ya venían ‘rodados’ tras debutar juntos este verano en San Vicente del Raspeig (Alicante). La otra buena noticia es que las dos funciones registraron grandes entradas en el auditorio solanero, rozando el lleno tarde y noche.
Gran trabajo de Rafa Casette como Alesko Foto: GACETA
No salió descontento el público, sino todo lo contrario. Materlírica recetó dos buenas actuaciones. La leyenda del beso se presta al lucimiento, habida cuenta de su vistosidad escénica, su vestuario luminoso, su densidad coral y su musicalidad. A ello, se unen romanzas de calado y momentos de gran lirismo. En los roles principales, la soprano Paola Ariza asumió el papel principal de Amapola, la guapa gitana de la que se enamora Mario, el hacendado que encarnaron los barítonos Alberto Arrabal (tarde) y Francisco Bermudo (noche). Por su parte, el tenor Guillermo Bassoco hizo de Iván. Mención especial merece el aragonés Rafa Cassete, que inundó la escena con su declamación como Padre Alesko. También destacó Miki Ferrer como Gorón y María José Molina en el papel de Simeona. Amparo Madrigal también brilló dando vida a Madre Ulita.

María José Molina explica la novedad de las piezas con lenguaje de signos Foto: GACETA
El público fue arreciando sus ovaciones a medida que la obra avanzaba –suele ocurrir- y tuvo su punto álgido tras la interpretación del celebérrimo intermedio de la obra –que Mocedades popularizó con la canción Amor de hombre-, momento de mayor luz mediática para la orquesta.