
Escobar García -centro- se lesionó en el minuto 70 de partido y fue evacuado al hospital
Aurelio Maroto
Es imposible jugar en esa superficie. El aura de La Moheda empequeñece ante un césped natural que lo que menos tiene es, precisamente, césped natural. Un problema que viene de largo, porque hace bastantes años que ese terreno de juego insulta a la palabra césped, y la cosa se amplifica con episodios como el vivido este domingo. Marcos Escobar García, el árbitro del partido que disputaban La Solana y San Clemente, se destrozó la rodilla tras un giro. Era el minuto 70 y el duelo se paró hasta que llegó otro colegiado. Escobar García salió del campo en camilla rumbo al hospital, ovacionado por un público que sabe distinguir la parte futbolística –había protestado algunas de sus decisiones- de la humana. Su rostro era un poema, y su rodilla no digamos. Ojalá pueda recuperarse de forma satisfactoria porque todo lo demás queda en un segundo plano.
Al margen de ese triste episodio, y de una crítica periodística que es recurrente desde hace años y que simplemente recoge el sentir de jugadores y aficionados, podemos hablar de fútbol. La Solana se enfrentaba al líder indiscutible de la liga en busca de una victoria balsámica tras descolgarse momentáneamente de los puestos de promoción. No pudo pasar del empate en un partido huérfano de goles. “El punto me sabe a poco”, declaraba Julián Falcón al término del choque. Y tenía razón, ya que solo un equipo buscó la victoria y solo un equipo generó las únicas ocasiones. Pero, más allá de las dificultades enormes para conducir el balón y trenzar juego, fue imposible derribar el muro conquense.
Es inútil reprochar nada al San Clemente, que venía a por un empate para mantener las distancias y lo consiguió. Con un fútbol tacaño, sí, pero logró lograr lo que vino a buscar. A La Solana le faltó pegada arriba y un pelín de paciencia en la construcción del juego. La primera parte fue más bien fea. Los amarillos, que estrenaban equipación, no encontraban líneas de pase para encarar en tres cuartos, con Rodrigo muy solo arriba. Anduvo menos preciso que otras veces David Villar y Prince se vio maniatado por una tempranera tarjeta amarilla. Solo Iván Riveiro ponía nuevamente un poco de orden en el manejo del cuero, buscando a menudo pases de ruptura por dentro. Las ocasiones escaseaban y el San Clemente apretada tímidamente la presión en los saques en corto de portería de Manolo. La primera mitad acabó sin grandes vaivenes futbolísticos.

El colegiado fue atendido hasta que llegó la ambulancia Foto: 8studio
La miga se guardaba para la reanudación, y no solo por la desgraciada lesión del árbitro principal. La Solana se hizo con el control absoluto desde el minuto uno y mejoró su balance ofensivo, abriendo más las bandas y encontrando mejores líneas de pase. Había energía y ganas. El balón merodeaba mucho el área visitante y se generaban situaciones de peligro. Iván Riveiro pudo marcar en una falta directa que rozó el paló izquierdo de Ayuso, y Julyan Ayala mandó a las nubes un disparo franco dentro del área. El parón llegó cuando La Solana más apretaba, aunque lo siguió intentando en la segunda reanudación, ya con Micue en el campo. Rodrigo tuvo el gol en la penúltima jugada del partido, pero estaba claro que la diosa Fortuna no era amarilla en esa aciaga tarde.