
El equipo ha dado la espalda al fútbol y a los goles, al menos en casa Foto: GACETA
Aurelio Maroto
El CF La Solana tocó fondo este domingo ante una afición que ‘habló’ por primera vez en lo que va de temporada. Pitos al final del partido frente al Marchamalo tras un sonrojante 0-3. Nada extraño después de que su equipo hubiera recetado el peor partido que se recuerda, no en esta temporada, sino en años. Y a menudo, el problema no es perder, sino cómo se pierde; fue ahí donde los amarillos encendieron las alarmas. Más allá de matices y de un resultado sin duda excesivo para los méritos de unos y otros, queda una realidad lapidaria: La Solana no creó una sola ocasión en todo el partido. Ni una.
Los números son crueles. Ningún equipo lleva 9 jornadas sin ganar; y ningún equipo lleva 5 jornadas sin marcar un gol en casa. No es una crítica, sino una realidad tangible. La crítica llega por lo trasmitido frente a un Marchamalo que llegaba a La Moheda como el segundo equipo más goleado del grupo, pero los de Armindo fueron incapaces de hincarle el diente, ni siquiera de hacerle cosquillas. La Solana fue un equipo plano, sin recursos en ataque y ni siquiera impetuoso a la hora de trasmitir algo a la grada.
La primera parte fue un tedio absoluto. El Marchamalo se limitaba a defender con orden, sin agobios, ni tampoco exponer en ataque. No tenía por qué hacerlo. Esa responsabilidad era del propietario del terreno, con un césped que no por infame -que lo es- deja de ser una excusa en tardes así. Armindo agitó la alineación en busca de otras cosas. Devolvió a Dani Jodar al carril, aunque a pierna cambiada, retrasó a Venturini al eje defensivo junto a Moreno, recuperó a Josema en el inicio de la creación y colocó a Galego como perro de presa en lugar del gris Maxi Laso. Sin la referencia de Brianese en el juego de espaldas, quedaba otro tipo de pólvora con dos extremos rápidos como Álex Martínez y Tete Vacas. El técnico quería agitar el tarro, pero los jugadores se encargaron de dejarlo quieto.
Fue desesperante ver cómo ningún intento de llegada tenía continuidad. Ninguno es ninguno. Las mismas características de Álex y Tete exigían envíos por bajo en profundidad, pero ni Galego ni Josemi lograron encarar un balón franco para encontrar las rupturas en velocidad. Atrás, mientras Xisco se enredaba a menudo en un juego corto imposible con sus defensas conforme estaba el campo, la siguiente opción eran balones largos y aéreos arriba, donde la defensa verde se imponía cómodamente por una mera cuestión de centímetros. Tan solo una vez, en la última jugada antes del descanso, Madalín encontró a Tete con un pase profundo, pero el de Baena se entretuvo demasiado ante un inédito Jony. Pobre bagaje, sin duda.
Con el runrún en la grada, arrancó la segunda parte. Y más de lo mismo. La espesura era tal que el partido se iba inclinando a aquel que lo estaba cocinando a su amor: el Marchamalo. Dicho y hecho. Una pérdida en bloque bajo provocó una falta de Josema al borde del área, probablemente necesaria, porque Ayoub entraba solo. Oli se encargó de retratar a la barrera y a Xisco. 0-1.
Lo que son las cosas, ese gol espoleó algo a los amarillos, heridos en su orgullo. Fue entonces cuando se atisbó un halo de reacción, más con corazón que con cabeza, aunque las acometidas seguían muriendo antes del último pase. Todo se acabó cuando Óscar Cabo engatilló una volea lejana que pilló a Xisco adelantado. El andorrano llegó a tocar con su manopla derecha. Golazo. El tercero fue un puyazo más a un equipo ya en la lona y con las costuras al aire.
Trabajo y refuerzos
Armindo llegó a la rueda de prensa serio. No era para menos. Habló de la falta de ocasiones para ambos, del mal estado del campo, de que su equipo no tiene suerte… Y, por supuesto, pidió perdón a la afición. Esta vez le faltó más autocrítica ante semejante descalabro, y a la pregunta de qué soluciones propone, ofreció fundamentalmente dos: trabajo y refuerzos. Se siente capaz de sacar esto adelante y dijo que se plantearía algo distinto si perdiera la confianza del vestuario o del presidente, cosa que afirma no suceder. Tal vez la mejor noticia es que sólo han pasado doce jornadas, apenas un tercio del campeonato, y que La Solana, a pesar de todo, sigue fuera del descenso. Por poco, pero fuera. De momento, el gran aliado para diagnosticar qué pasa y enderezar el rumbo es el tiempo. Porque haberlo, haylo.