
Alegría de las jugadoras solaneras al término del partido y en medio de un diluvio
Aurelio Maroto
Un ángel recién llegado de Costa de Marfil dio el último baile sobre la laguna. Porque eso era La Moheda la tarde de este sábado, una aprendiz de Ruidera, con veintidós jabatas (al final veintiuna), navegando en pos de un triunfo que tuvo dos dueños en un puñado de minutos. En el último estertor de un partido heroico, la cabeza de Amani emergió sobre un océano de agua, y de otras cabezas, para marcar un gol que no se olvidará fácilmente. Un gol que valen tres puntos y algo más. Un gol que aniquiló tantos disgustos postreros en esta liga repleta de trasatlánticos.
El 5-4 final retrata una oda a la épica futbolística. Quesos La Casota-FF La Solana y Cacereño Femenino recetaron un duelo monumental, naturalmente amplificado por una lluvia persistente que iba arreciando al son del esfuerzo titánico de las protagonistas. Cantó bingo quien más empeño puso y quien más cerca lo tuvo casi siempre, pero enfrente estaba el líder, un Cacereño que llegaba con Gabrielle Ngaska a los mandos, un icono en La Moheda. La camerunesa equilibró el gol inicial de Sana Guermazi y remetió a las extremeñas en un duelo hasta ese momento controlado. Llegaron los mejores minutos del líder, que venía invicto y necesitaba demostrar el porqué de su condición. El empate fue la mejor noticia para La Solana a la hora de volver a vestuarios.
En ese momento, y con el aguacero sacando músculo, pocos podían prever lo que había de llegar. Y lo que llegó fue un segundo tiempo para el recuerdo. La Solana se adueñó del partido a base empuje, de achicar espacios y de encontrar apoyos. Esa marchita más permitía llevarse los balones divididos y vivir más cerca de la portería extremeña que de la amarilla. Una falta lateral propició el gol de Felicité, tras una gran anticipación de cabeza al primer palo. El 2-1 pareció noquear al Cacereño, que poco después se encontró con el tercero de Irina Viñals, implacable en un mano a mano con Tatiana. Diluviaba sobre La Moheda. Agua y goles. Como el cuarto de Sana, una delicatesen que metió en trance a la animosa afición que se dio cita en esa tarde de perros. Era el minuto 74 y La Solana bailaba sobre el estanque amarillo. Hasta que una torpeza permitió a las verdes acortar distancias. Ese 4-2 provocó un cortocircuito en la aviónica del equipo, que entró en pánico. Otro error en balón alto puso el 4-3. El Cacereño se lo creyó de verdad. Acto seguido llegaría el colapso total tras un nuevo envío aéreo que Norma mide mal, el balón toca el travesaño y el rechace acaba dentro. La expulsión de Sandra vino a poner más sal a la herida.
Quedaban cinco minutos más el descuento y el Cacereño estaba desatado. El partido, que seguía porque quedaba poco y no era cuestión de suspenderlo aunque transitara sobre un piso infame y la victoria giraba la mirada al oeste. El drama se mascaba. Pero fue ahí cuando el FF La Solana sacó la casta, dijo hasta aquí hemos llegado y no se dejó avasallar más. Las de David Peinado salieron del rincón, aunque a esas alturas todos firmaban el empate. Todos, excepto Amani. La costamarfileña, que acababa de aterrizar tras jugar con su selección, sacó su cabeza a pasear en el último segundo del descuento para tirar abajo La Moheda. No hubo tiempo para más.
Es fácil entender el júbilo local al término del duelo, que corría paralelo a la amargura visitante. El FF La Solana había salvado un primer match-ball. Necesitaba puntos como el comer y el atracón de goles estuvo a punto de convertirse en una indigestión de aúpa. El gol de Amani fue el bálsamo de Fierabrás sanador, que oxigena a las amarillas en la clasificación (a pesar de que sigan penúltimas) y debe servir para aclarar la mente. El sábado quedó claro que este equipo tiene fútbol, pero sobre todo tiene alma. Y ángeles para guiarla.