
Muchos agricultores solaneros tienen intereses en el área de la DO Valdepeñas
Aurelio Maroto
La batalla por el precio de la uva se recrudece en la DO Valdepeñas, azotada por una crisis que engulló a la Interprofesional y que ha puesto en pie de guerra a los agricultores de la comarca, que se sienten perjudicados por los primeros precios de la uva en tablilla. Los consideran muy bajos y afirman que les impedirán cubrir siquiera los costes de producción.
Muchos de esos agricultores son de La Solana, propietarios de una buena parte de las viñas que cubren los ocho municipios del área. “Su peso específico es evidente; La Solana tiene muchísimo que perder, o muchísimo que ganar, en esta denominación de origen”, ha declarado Alfonso Marín Salcedo, veterano sindicalista agrario, muy crítico con la actitud de los bodegueros, en especial Félix Solís, y la supuesta connivencia del consejero de Agricultura. “Entiendo lo que dijo el representante de [Félix] Solís porque es un mandao, pero que eso lo corroborara el consejero no lo entiendo tanto”.
En una entrevista concedida a Radio Horizonte, Marín insiste en que la situación es difícil y los productores no pueden soportar un precio de la uva que considera “una limosna”. “Si el año pasado nos recortaron un treinta por ciento de nuestra ganancia y este año otro cuarenta, pues sumamos un setenta por ciento de pérdida”. “Es caótico”. Cree que así no es posible cubrir gastos. “Si descontamos lo que vale poner la viña, arreglar el terreno y esperar a que de producción, te das cuenta que por debajo de unos ingresos mínimos es imposible subsistir”. “Por debajo de 40 pesetas el blanco y 60 el tinto no se puede producir, lo diga quien lo diga”.
Un escenario agravado por la mejora exportaciones, lo que escuece aún más al agricultor de a pie. “El año pasado ya teníamos poca retención de producto y este año tenemos aún menos, por eso no sé de dónde han sacado este precio cuando saben que el agricultor está con la soga al cuello”.
Según Marín, la solución pasa por sentarse a hablar y fijar un precio que garantice cubrir costes y deje una ganancia mínima. “Nos conformaríamos con un quince o un veinte por ciento”. Sin embargo, es pesimista. Cree que el Consejo Regulador ha cambiado respecto al de antaño, a peor. “No es el consejo que yo conocía, cuando nos tirábamos noches enteras discutiendo entre industriales y sindicatos agrarios; ahora es ordeno y mando”.