Esta vez Goliat sí pudo con David Foto: GACETA
Aurelio Maroto
No lloréis, porque tenéis el cielo ganado. La indómita tropa de Vitu rozó la proeza y finalmente murió en la orilla. El nombre de Sergio Hervás quedará clavado para mucho tiempo en su mente, dando vueltas a aquella jugada y cómo pudo encontrar ese agujero, esa rendija por la que colarse en el último segundo. Hubo lágrimas, sí, porque la copa estaba en el saco. Jesús Nieto no encontraba consuelo por ese tiro libre que no entró, Alberto Obregón tenía un martillo en la cabeza pensando si pudo parar esa penetración… El resto, desolados, miraban al suelo buscando explicación y se daban topetazos de ánimo sobre la marcha. “¡Da igual, sois los más grandes!”, gritaba un aficionado. De repente, mientras el ‘22’ del Daimiel era paseado a hombros ante su hinchada con todo merecimiento, la parroquia amarilla irrumpía en aplausos y vítores a los suyos. A sus ‘niños’.
Aspecto del pabellón, repleto de aficionados, durante la final Foto: GACETA
Atrás quedaba una final para el recuerdo entre dos equipos con filosofías opuestas pero objetivo idéntico: ganar. El baloncesto ganó a todo lo demás, sin duda, y el Daimiel no se comió el pan a traición. Ganó con total justicia porque así es el deporte y porque se dejó el pellejo. Sin ese nivel de compromiso hubiera sido imposible derrotar a La Solana, que ya le había sacado los colores una semana antes.
Fernando García, un emblema del baloncesto solanero, se afanó en preparar bien el partido. La obligación antes que la devoción. Los visitantes imprimieron ritmo desde el inicio a fin de igualar el ímpetu del anfitrión. Un junior, Carlos Castaño, nuevo producto de la factoría amarilla, firmó los 5 primeros puntos con un descaro insultante. Aviso de lo que esperaba. El Daimiel se encomendó al juego interior de Elías, que machacó a dos manos para advertir quién mandaba en la bombilla.
Arturo López (28) y Carlos Castaño (17), 7 vs 7, dos generaciones frente a frente Foto: GACETA
El partido entró en un tuya-mía constante. La Solana martilleaba en el perímetro, con Alberto Obregón hipertactivo y su hermano, Eloy, escoltando la conducción. Por dentro, Fernando Carrascosa y Cuco se fajaron como nunca y Mario, el dandy de este equipo, comenzó a carburar. Tres abajo al término del primer cuarto y las espadas en alto. Un buen arranque en el segundo parcial otorgó un +6 para los locales, aunque el Daimiel devolvía el golpe. No quería otro bochorno como el del sábado anterior. El intercambio acabó con un apretadísimo 42-44 al descanso tras una batalla sin tregua.
El decorado no varió en la reanudación. Los daimieleños aceleraban en busca de romper el partido, forzando al máximo el pick and roll gracias a la corpulencia de Elías, que salía de la zona a menudo. Pero La Solana seguía a lo suyo, encomendándose a los ‘pequeños’ para seguir golpeando desde 6,75. Un triple extraterrestre de Eloy cerró el penúltimo parcial.
Vitu dando instrucciones a sus jugadores Foto: GACETA
Y con empate a 62 llegamos al último cuarto. Los nervios aparecieron en ambos equipos. El Daimiel tenía pánico a perder otra vez y La Solana a no ganar después de tamaño esfuerzo. El electrónico se quedó clavado, no había canastas en un intercambio interminable, e infructuoso, de ataques. Hasta que los visitantes alargaron hasta un +3 que, a esas alturas, podría parecer definitivo. Pero qué va. Ahí estaba Alberto para clavar otro triple y recuperar las tablas. Ya en bonus, llegaron los tiempos muertos y los tiros libres. Finalmente, llegó ese rebote y la salida como un cohete de Jesús Nieto, frenado en seco, quién sabe si con falta intencionada. El resto ya lo conocemos…
Sobró un segundo y quizás faltó oficio, pero tampoco sería justo achicar la hombrada de Hervás. Toca felicitar al Autocares Rodríguez-CB Daimiel y a su afición, que se dejó notar en clara inferioridad numérica. Y también hay que rendirse al Frutas Doña Ramoncita-CB La Solana. Sello netamente local para un oasis de cantera que ayer, más que nunca, vivió un sueño ante setecientas gargantas sedientas de agradecerles todo lo que están dando al deporte solanero. Se escapó la copa, pero esta película aún no ha terminado.
El equipo posa con las autoridades al término de la final Foto: GACETA