
El hombre camina por el extremo de la pluma Foto: GACETA
Aurelio Maroto
No será fácil olvidar el episodio vivido la noche del 5 de mayo de 2017 en la Plaza Mayor de La Solana. Un hombre de 50 años, natural de la localidad, se subió a la grúa instalada para las obras del tejado del templo parroquial de Santa Catalina y permaneció allí arriba, a unos 30 metros de altura, durante aproximadamente hora y media. Al final decidió bajar por su propio pie obedeciendo los consejos de varios familiares. Pero la tragedia se rozó en múltiples ocasiones durante noventa minutos interminables.
Alrededor de las 11 de la noche, la plaza estaba llena de gente como cada viernes, máxime con el mercado medieval instalado durante todo el fin de semana. De repente, la gente advirtió a un hombre escalando por el interior de la grúa. Nadie sabía por qué. El murmullo fue general y el nerviosismo creció cuando esta persona llegó a lo alto y se colocó de pie, brazos en cruz, sin ningún tipo de sujeción.
Comenzó a movilizase el dispositivo de emergencia. Acudió la Policía Local, la Guardia Civil, una dotación de bomberos y los servicios sanitarios. Entre tanto, el hombre paseaba por los barrotes cruzados de la grúa como si tal cosa. En un momento llegó a suspenderse colgado. El pánico era total y la impotencia absoluta.
Mientras descubrían de quién se trataba para buscar a su familia, el alcalde, Luis Díaz-Cacho, intentó hablar con él mediante un megáfono. El hombre había caminado hasta el extremo de la pluma, donde permaneció un buen rato. La situación era límite ya que, además, era una noche ventosa, fría y con llovizna. Mientras una grúa de transporte venía de camino para intentar el rescate, el hombre decidió regresar a la plataforma de soporte giratorio, donde habló con el alcalde, aunque era difícil escuchar qué decía. Después se fue a la parte del contrapeso aéreo y allí permaneció varios minutos más.

Momento en el que el hombre comienza el descenso por el mástil Foto: GACETA
Finalmente, llegaron algunos familiares y un hermano subió al balcón de la torrecilla del reloj para persuadirle. El hombre accedió a bajar y comenzó el descenso, aunque tuvo que volver a bordear por fuera el mástil para entrar en la escalerilla interior. Una vez abajo, fue evacuado en ambulancia.
Luis Díaz-Cacho y el párroco de Santa Catalina, Benjamín Rey, atendieron a la prensa local nada más acabar el suceso. “Todavía estoy temblando”, admitía el regidor. “Todos lo veíamos ya caído en el asfalto de la plaza”. Cree que haber encontrado a tiempo a sus familiares fue clave y, sobre todo, tocarle en la fibra de su madre. “El leitmotiv que ha provocado que reflexione ha sido la madre. Le hemos convencido de que estaba esperándolo, aunque falleció hace tiempo”. Según Benjamín Rey, “el cariño a su madre ha sido determinante y cuando le hemos tocado ese palillo ha reaccionado dentro de su enajenación”. En efecto, fuentes de la familia confirmaron que recibe tratamiento por depresión. De hecho, está prejubilado por esta razón.
Díaz-Cacho agradeció el trabajo de las fuerzas de seguridad, de los bomberos y de los servicios sanitario, también de los familiares. Pero, sobre todo, se congratuló por el desenlace. "Se ha salvado una vida, eso es lo importante".