Pedro Antonio Santos-Olmo -con camiseta naranja- recién llegado a la Plaza Mayor Foto: GACETA
Aurelio Maroto
Hubo alguien que la noche anterior le dijo: sufre mañana y disfruta toda la vida. Nada más real para resumir la verdad del día siguiente. La de un hombre embarcado en un reto descomunal, aunque no único. Correr 63 kilómetros está lejos del Guinness, aunque cerca del cielo para quien lo intenta. O del infierno, según se mire.
El desafío de Pedro Antonio Santos-Olmo era una metáfora en sí misma. ‘Kilómetros contra el cáncer’. Deseaba impulsar su tesis doctoral, un tratado sobre el efecto del ejercicio en mujeres supervivientes de cáncer de mama, con una visualización de esta naturaleza. Un golpe de audacia que atracó en buen puerto al filo de las 3 de la tarde del domingo 2 de abril en la Plaza Mayor de su ciudad natal, La Solana. Había salido desde el hospital ‘Mancha Centro’ de Alcázar de San Juan.
Pedro con su madre y con el alcalde, que también acudió a recibirlo Fotos: GACETA
“Es increíble, estoy destrozado físicamente, al límite”, acertó a decir nada más llegar. Destrozado y emocionado entre la cerrada ovación de un público que lo esperaba con los nervios a flor de piel. ¿Por dónde va? ¿Cuánto le queda? ¿Viene ya? Eran las frases más repetidas en las abarrotadas terrazas de la monumental plaza solanera. Bajo los soportales, un grupo de voluntarios de la AECC repartían platos de jamón a cambio de donativos. Buen tentempié mientras llegaba el héroe.
Mientras recuperaba el resuello y repartía abrazos, relataba su experiencia. “He tenido momentos de euforia y otros de pisar el freno, pero luego te da igual, vas vacío e intentas seguir sin pensar en nada”. Salió decidido y con ganas de comer kilómetros. “Al principio hacía los descansos por seguir el protocolo marcado, pero ha habido un momento que me he dicho, si paro ya no arranco, así que he preferido seguir”.
Pedro no corrió solo y tuvo mucha compañía Foto: GACETA
Admite que tuvo momentos malos, con algún pinchazo y mucho, mucho cansancio. Sin embargo, la hidratación física acompañaba a un alimento mental. “Hay mucha gente que lo está pasando mal de verdad y que me ha ayudado a motivarme en cada zancada. Plantearme que yo iba mal no tenía mucha lógica”. El último plus lo proporcionó la silueta de La Solana. “Cuando he visto la torre, a falta de 7 kilómetros…”.
Cuando enfiló la bajada de la calle Concepción creció el murmullo. Pedro lideraba un grupo de atletas que le arropaba en el último aliento, esta vez el más dulce. “No podía ni alzar la cabeza, pero ya sentía el calor de la gente”. Allí estaba su madre, sus amigos, su gente y muchos aficionados anónimos, agradecidos por el gesto. “No esperaba un recibimiento así. Yo que soy de lágrima difícil me he emocionado mucho, tanto que quizás no cambio este momento por ninguno de mis éxitos deportivos”. Y ya es decir para un subcampeón de España de media maratón, mundialista y poseedor de una vitrina repleta de trofeos.
Con los voluntarios de la AECC de La Solana Foto: GACETA
Ahora toca descansar. “Espero que no haya ninguna lesión escondida”. Y toca disfrutar… toda la vida. Eso sí, ha aprendido algo: “Que no voy a repetir”. “Ha sido bonito y, como decía Lina Morgan, gracias por venir”.